He pasado un par de días de terror y con muy poco descanso lo que me ha dado tiempo de reflexionar cuán egotistas nos hemos vuelto.
No sé cuántas veces he leído aquello de «si un hombre no lucha por ti, es porque no reconoce tu valor; eres una reina, no dejes caer tu corona; no lo busques.»
No sé mucho de relaciones, lo que sé como maestra es que SIEMPRE se puede mejorar y NADIE es perfecto. Es posible que no «valgas» tanto como crees. Es posible que no seas tan bueno como crees, que tú seas esa persona tóxica que tanto publicas que debes sacar de tu vida. ¿Lo has pensado? ¿Has considerado que tú puedas ser esa piedra en el zapato de aquel a quien acusas de no valorarte?
Tal vez sería bueno sentarse y pensar si en verdad somos tan reinas, tan irremplazables, tan únicas. Tal vez deberíamos sentarnos y pensar objetivamente si quisiéramos a alguien con todos nuestros defectos a nuestro lado. A veces el otro no es el problema, a veces el problema es que todo eso que pensamos que somos, no lo somos. A veces todo eso que pensamos que damos, no lo damos por amor, sino por orgullo, por ganas de enarbolar esa estúpida bandera de súper novia, súper amiga, súperwuman. Esa babosada de independencia que depende de los likes en facebook. Esa ceguera selectiva que solo nos aqueja a la hora de ver la viga en nuestro ojo.
En resumen, porqué no, en lugar de sentarnos y enumerar nuestras maravillas y razones para que nos amen, no nos sentamos y pensamos en maneras de ser más dignos de amor y en mejores formas de amar.